Los seres humanos oímos con los dos oídos, de forma binaural, de ahí que nos resulte muy fácil localizar los sonidos. El oído externo lo conforma el pabellón auditivo y el conducto auditivo externo. Se encarga de captar los sonidos y enviar las ondas sonoras amplificadas al tímpano. En el oído medio existen tres huesos, el martillo, el yunque y el estribo, los cuales vibran y transmiten el sonido al oído interno.
Desde el quinto mes de embarazo el niño puede oír y acostumbrarse a la voz de su madre.
Si lo deseamos es posible enseñarle, antes del parto, a percibir sonidos como la música, que más adelante asociará a la calma, a la protección que poseía en el útero materno. Tras el nacimiento, la sensibilidad auditiva del niño es similar a la del adulto. Eso sí, tendrá que aprender a usar su capacidad auditiva para desarrollar las bases de la comunicación.
Los bebés mueven o abren más los ojos cuando escuchan un sonido fuerte, es lo que se denomina localización de los sonidos.
A lo largo del primer año de vida el niño perfeccionará sus facultades auditivas y si su audición es normal buscará la fuente del sonido: voces, televisión, el teléfono o el timbre de la puerta.
Como la mayoría de los seres vivos, los humanos oímos y percibimos de forma binaural, es decir por los dos oídos. El hecho de esta audición binaural es la mejor percepción y localización de los sonidos, haciendo que nos desenvolvamos en nuestro quehacer diario mucho mejor y con más destreza y facilidad
Pide cita